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La Iglesia venera hoy a Santa Teresa del Niño Jesús

Martes de la vigesimosexta semana de Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 51-56
Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tornó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
De camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.

Santa Teresa del Niño de Jesús

La devoción a Santa Teresita del Niño Jesús seha esparcido de una manera impresionante a través de toda la Iglesia. Durante su corta vida, Teresita no sobresalió por encima de las otras monjas del convento de carmelitas en Lisieux.

pero inmedia tamente después de su muerte, muchos milagros y favores fueron concedidos

a través de su intercesión. La santa cumplió la promesa de hacer caer una lluvia de rosas después de su muerte, es decir, una lluvia de beneficios hacia todos los que la invocan. «Lo
que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento
de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente», decía Teresita. Su gran anhelo es que aquellos que la invocan amen a Dios con un amor abrasador.

Por medio de sus cartas, los testimonios de aquellos que la conocieron, y especialmente su autobiografía, «La Historia de un Alma», millones han llegado a conocer sus grandes dones y virtudes. Incontables peregrinos visitan el convento carmelita de Lisieux, donde, el 9 de
abril de 1888, María Francisca Teresa Martín,
la hija menor del relojero Luis Martín, se convirtió en la novicia más joven. Tenía sólo quince años. Estaban ya allí dos de sus hermanas: María,
La mayor, se había ido cuando Teresita tenía nueve años, y Paulina, que había cuidado de la familia después de morir su madre, entró cuando Teresita tenía catorce años. Impaciente por seguirlas, fue a Roma en una peregrinación con
su padre, y rompiendo la regla del silencio en presencia del Papa, le pidió permiso de entrar
al Carmelo a los quince años. «Entrarás si es la voluntad de Dios», le contestó el Papa León XIII,
y Teresita terminó la peregrinación con el espíritu lleno de esperanza. Al terminar el año, el permiso que anteriormente la había sido negado, le fue concedido por el obispo y Teresita entró al Carmelo.

Teresa había sido la hija preferida de su padre;
era tan alegre, atractiva y amable, que los dos sufrieron intensamente cuando llegó el momento de la separación. Pero no le cabía la menor duda de que ésa era su vocación y desde el principio
se determinó a ser santa. Aunque la salud de Teresita era muy delicada, no deseó ninguna dispensa de la austera regla y no le fue dada ninguna. Sufría intensamente por el frío y por
el cansancio de cumplir con algunas de las penitencias físicas y exteriores que la Regla acostumbraba. «Soy un alma muy pequeña, que sólo puede ofrecer cosas muy pequeñas a Nuestro Señor,» dijo en una ocasión, «pero quiero buscar un camino nuevo hacia el cielo, muy corto, muy recto, un pequeño sendero…Estamos en la era
de los inventos. Me gustaría encontrar un elevador para ascender hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir los empinados escalones de la perfección…».

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