Viernes de la vigesimosegunda semana de Tiempo Ordinario
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 33-39
En aquel tiempo, los fariseos y los escribas dijeron a Jesús:
«Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber».
Jesús les dijo:
«¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán en aquellos días».
Les dijo también una parábola:
«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán.
A vino nuevo, odres nuevos.
Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor”».
Santa Rosalía
La patrona de Palermo (Italia), que goza de una gran devoción en Sicilia lo mismo que las mártires Agueda de Catama y Lucía de Siracusa, no tiene una historia igualmente rica de testimonios y tradiciones.
Parece que la santa, a los tres años de su muerte, pensó en colmar esta laguna apareciéndose a una mujer enferma, y ordenándole que fuera en peregrinación a la iglesita sobre el monte Pellegrino, un áspero promontorio que cierra el golfo de Palermo y le dijo el lugar donde se encontraban sus restos.
Los huesos hallados en una gruta excavada entre las piedras no tenían ninguna inscripción que señalara su pertenencia. Al principio se pensó que no se trataba de restos humanos. El arzobispo de Palermo, Giannettino Doria, nombró una comisión de expertos, médicos y teólogos se pronunció por la autenticidad de las reliquias.
Esto suscitó la devoción popular, y el Papa Urbano VIII, en 1630, incluyó el nombre de la santa en el Martirologio Romano para el 15 de julio y el 4 de septiembre. En ese mismo tiempo, y precisamente el 25 de agosto 1624, cuarenta días después del hallazgo de los huesos, dos albañiles, mientras trabajaban en el convento dominico de San Esteban de Quisquina, encontraron en una gruta una inscripción latina, muy rudimental, que decía:
» yo Rosalia Sinibaldi, hija de las rosas del Señor, por amor de mi Señor Jesucristo he decidido vivir en esta caverna de Quisquina».
Esto confirmaba en parte las tradiciones orales, recogidas por el mismo Gaietani, que hablaban de Rosalia, que nació en Palermo y vivió durante algunos años en la corte de la reina Margarita, esposa del rey Guillermo I de Sicilia (1154-1166). La reina le regaló el monte Pellegrino, y Rosalia fue a vivir allí por la soledad que ofrecía.
Vivió haciendo penitencia, y allí murió después de haber peregrinado por otros lugares más desiertos, siguiendo el ejemplo de los antiguos anacoretas.