Lunes de la undécima semana del Tiempo Ordinario
Evangelio según San Mateo 5,38-42.
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.
Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto;
y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Santa María Micaela
Nació en 1809 en Madrid. Procedía de una familia muy acomodada, pero cuando aún era muy joven perdió a sus padres. Recibió una educación muy seria. Su hermano fue nombrado embajador en París, después en Bruselas y ella tuvo que acompañarlo. Aquí, mientras por las tardes y noches tenía que estar en las labores mundanas de la diplomacia, por las mañanas visitaba pobres, enfermos e iglesias muy necesitadas. Cuando regresó a España, Micaela abandonó su barrio rico y se fue a vivir con unas mujeres pobres. Tuvo como director espiritual a San Antonio María Claret, y bajo su dirección pudo progresar grandemente en santidad. En 1859, con siete compañeras, funda la Comunidad de Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento para adorar a Cristo en la Eucaristía, trabajar por preservar a las muchachas en peligro y redimir a las pobres que cayeron en los vicios y en la impureza.