Miércoles de la vigesimoprimera semana de Tiempo Ordinario.
Evangelio según San Mateo 13,44-46.
Jesús dijo a la multitud:
«El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.»
San Fiacrio
Vivió toda su vida en Irlanda hasta que murió en el año 670. Quería vivir como un ermitaño y, por ello, el obispo de Meaux le cedió una parte del terreno para llevar a cabo ese estilo de vida. Tenía muchas visitas y rezaba por todos ellos, les daba orientaciones, consolaba sus penas y curaba enfermedades. Construyó una casa de acogida y les daba de comer con lo que recogía en su huerta. Llegó a ser muy famoso en Francia, Renania y en los Países Bajos. Los enfermos acudían a su tumba para que se curasen de la enfermedad que se llamaba por aquellos años “la enfermedad de San Fiacro”. En 1637, la reina Ana de Austria fue a su tumba para pedirle un hijo varón. Al año siguiente dio a luz al futuro Luis XIV.