Del recetario tradicional de doña Matilde Reyes Morillo
Como cada año, doña Matilde —hermana de la Hermandad del Prendimiento— llevará sus buñuelos, o tortitas de bacalao, a la degustación que organiza la Hermandad este viernes 28 de marzo. Allí, entre aromas de tradición y encuentro fraterno, su receta seguirá hablando por ella, como testimonio vivo de una cocina que no necesita medidas para alcanzar el corazón.
Imaginaos un pequeño pueblo en la baja Andalucía a mediados del siglo pasado. Las calles empedradas, el sol intenso y un mercado donde el pescado fresco escaseaba.
Las familias más humildes, en su ingenio y necesidad, encontraron en el bacalao en salazón un aliado perfecto. Este pescado, seco y salado, llegaba en grandes trozos que las madres transformaban en exquisitos platos. Con un poco de agua para desalarlo, cebolla, tomate y especias, el bacalao se convertía en guisos sustanciosos que llenaban de sabor las mesas.
Hoy, aquella tradición tiene nombre propio: doña Matilde Reyes Morillo. Con 85 años, sabe muy bien lo que es rellenar una olla para más de veinte.
En su cocina no hay básculas ni artilugios modernos. Su receta es pura intuición, memoria y amor. Como la de todas las abuelas.
Su yerno, Manuel Fuentes, es el depositario fiel de ese saber. Él ha heredado el gesto justo, el tiempo preciso, y el conocimiento de que la cebolla fresca del huerto es fundamental. El bacalao salado no es solo un ingrediente más: es el alma del guiso, y debe soltar su gelatina, su sabor profundo, como ocurría entonces, cuando cada cucharón servía también un poco de historia.
Así, el bacalao no es solo un plato. Es un símbolo de ingenio, de transmisión oral, de cariño en forma de comida. Un legado vivo que sigue llenando de sabor y memoria las mesas andaluzas