Jueves de la cuarta semana de Pascua
Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 16-20
Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: «El que compartía mi pan me ha traicionado.» Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy.
En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».
“Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, nunca tendrá hambre”
Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
¿Dónde encontráis la alegría de amar? En la eucaristía, la santa comunión. Jesús mismo se hizo «pan de vida» para darnos vida. Noche y día está allí. Si vosotros realmente queréis crecer en el amor, volved a la eucaristía, a esta adoración. En nuestra congregación, teníamos la costumbre de tener la adoración una vez a la semana durante una hora; después, en 1973, decidimos tener la adoración cada día durante una hora. Tenemos mucho trabajo; por todas partes nuestras casas para enfermos y moribundos indigentes están llenas. Pero a partir del momento en que comenzamos la adoración cada día, nuestro amor por Jesús se volvió más íntimo, nuestro amor por cada uno más benévolo, nuestro amor por los pobres más compasivo.
Mirad el tabernáculo y ved lo que significa ahora este amor. ¿Soy consciente de eso? ¿Mi corazón es lo bastante puro para que vea allí a Jesús? Con el fin de que para vosotros y para mí sea más fácil ver a Jesús, él mismo se hizo «pan de vida»; con el fin de que pudiéramos recibir la vida, una vida de paz, una vida de alegría. Encontrad a Jesús y encontraréis la paz.