Evangelio según San Mateo 3,13-17.
Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él.
Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!».
Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió.
Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él.
Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».
Leer el comentario del Evangelio por : San Gregorio Nacianceno
“Así debemos cumplir lo que es justo.”
Juan bautiza, Jesús se acerca. Él mismo viene a santificar a aquel por quien es bautizado. Viene a sumergir en las aguas al viejo Adán, y por esto y antes que esto, consagra las aguas del Jordán. Él que es Espíritu y carne quiere perfeccionar al hombre por el agua y el Espíritu (Jn 3,4).
Juan Bautista rehúsa bautizar a Jesús y éste insiste. “Soy yo quien tengo que ser bautizado por ti” dice la lámpara al sol (Jn 5,35), el amigo al Esposo (Jn 3,29), el más grande entre los nacidos de mujer al Primogénito de toda la creación. (Mt 11,11; Col 1,15). El que había saltado en el seno de su madre dice al que había sido adorado en el seno de su madre, el precursor dice al que acaba de manifestarse y que se manifestará al final de los tiempos: «soy yo quien necesito ser bautizado por ti». Podría añadir: «dando mi vida por ti»; en efecto, sabía que recibiría el bautismo del martirio…
Jesús sube de las aguas llevando consigo en esta subida al universo entero. Ve los cielos abiertos, estos cielos que en otro tiempo Adán cerró para él y los suyos, este paraíso que estaba como borrado por la espada de fuego. (Gn 3,24) El Espíritu da testimonio de la divinidad de Cristo. Y una voz se oye desde el cielo, ya que viene del cielo aquel del que da testimonio la voz. Y aparece una paloma ante los ojos de carne para honrar nuestra carne divinizada.