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Los Cristianos celebramos hoy la Vigilia Pascual: fiesta de la Luz, fiesta del agua y de la vida.
EDITORIAL VIDA NUEVA | Un año más, se acerca la Pascua. Un año más, la Iglesia celebra el Misterio que le da sentido. Un año más, el cristiano renueva su vida entera a la luz de este recuerdo que, para el cristiano, se hace “memoria”. Pascua del Señor, paso liberador, puertas que se abren a la Vida. Hemos celebrado durante la Cuaresma un tiempo de conversión, de escucha de la Palabra, de vuelta a Dios. Y lo hemos hecho desde el símbolo del agua que nos ofrecía el texto de la samaritana, el símbolo de la luz que nos traía el ciego y el símbolo de la vida que nos acercaba la resurrección de Lázaro. Agua, Luz y Vida. Son los tres elementos importantes de la Noche Pascual. A esa noche nos hemos preparado para renovar juntos nuestra vida cristiana, renaciendo del agua y del Espíritu; buscando la Luz que disipa las tinieblas y rechazando el hombre viejo, amigo de la muerte, que, vencida, ha perdido su fuerza y aguijón y nos ha conducido a la Vida eterna.
Agua, Luz y Vida, tres elementos para vivir esta Pascua. Necesitamos renovar el compromiso bautismal desde la lozanía del agua que destruye y vivifica. Tomar conciencia de nuestro propio bautismo. En una geografía sociológicamente cristiana, perdemos, a veces, la conciencia de nuestro propio bautismo, lo que significa estar bautizados. Fuimos bautizados en la fe de la Iglesia. Es necesario que, ahora, asumamos la propia responsabilidad. Mirar a la fuente bautismal es purificarnos de adherencias que impiden nuestro compromiso cristiano. Esta Pascua es una buena ocasión para renacer, renovar y seguir asumiendo el compromiso del bautismo. Es fiesta bautismal esta de la Pascua porque, en ella, miramos al inicio de nuestra fe. Es urgente la toma de conciencia de nuestro ser cristianos. Ganaremos mucho si nos despojamos de un cristianismo sociológico y avanzamos por un cristianismo de seguimiento y compromiso.
Fiesta de la Luz. Hoy más que nunca, hace falta esa luz que caliente, que queme y que alumbre en nuestro camino. Es como la luz que abrió paso a los israelitas, la columna de fuego que en la Noche Pascual se abre paso removiendo las tinieblas ¡Y son tantas las tinieblas, las noches, los fríos y las escarchas que necesitan de la luz pascual en nuestras vidas! Porque hay cosas que no entendemos y la luz de Cristo, como sucedió a los discípulos de Emaús, se encargará de aclararnos. Fiesta de la Luz en medio de un mundo en tinieblas, azotado por problemas que nos quieren robar la esperanza. Necesitamos que esa Luz irradie nuestro interior, y el interior de la misma Iglesia, para que se creen lazos de fraternidad a su alrededor, para que elimine con su fuerza lo viejo que hay en nosotros y para que alumbre caminos nuevos, caminos de esperanza.
Y es la fiesta de la Vida, esa Vida que es Cristo y que nos saca de las tumbas, que hace correr las losas, que riega amor por todo el cuerpo impidiendo que la muerte nos haga daño. Cuando se ama, la primavera es eterna y la vida no termina con la muerte, accidente pasajero desde que Cristo la venció con la fuerza de su Resurrección. Fiesta de la Vida en la Eucaristía, en el compromiso solidario, en tantos y tantos detalles de esperanza que deben llenar nuestras vidas, que no pueden plegarse al dictado de la muerte, sino que han de volar alto, más alto.
Fiesta de Agua, Luz y Vida. Fiesta para seguir tras las huellas que nos ha dejado el Crucificado que Vive, y que desde el dolor, llegó al gozo de la Resurrección. Se trata de un camino para imitar con una actitud de obediencia, de abajamiento, de kenosis que nos haga conocer, sobrevolar sobre todo lo que suponga muerte y que lleve su marca.
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Es la celebración central de todo el año litúrgico, ocurre al caer el sol del Sábado Santo.
Es la «noche santa» en la que la Iglesia celebra, en la forma más expresiva, la obra de la redención como memoria, presencia y espera.
Los cristianos recordamos la noche en la cual Cristo sale de la tumba, victorioso de la muerte y esta memoria se hace realidad, porque sabemos que el mismo Cristo resucitado está presente en la comunidad que celebra el gran acontecimiento.
Lo llamamos «vigilia», por la actitud de espera que debe tener el cristiano, según la invitación del evangelio: «Tengan la ropa puesta y mantengan encendidas sus lámparas. Estén como hombres que esperan que su patrón regrese de un casamiento para abrirle la puerta. Dichosos los siervos que el Señor la venir, encuentre despiertos…« (Lc 12, 35-37)
Para todo cristiano este velar adquiere el valor simbólico de la espera de la venida del Señor. Así la Vigilia Pascual se convierte en programa de vida: estar siempre alertas y preparados para nuestro encuentro final con el Señor.
Símbolos y ritos de la celebración
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BENDICIÓN DEL FUEGO
Es el inicio de la vigilia. Habla del paso de las tinieblas a la luz, de la noche al día. Las tinieblas simbolizan el pecado y la muerte; y la luz simboliza a Cristo Resucitado. -
CIRIO PASCUAL.
Se enciende el Cirio Pascual, que simboliza a Cristo resucitado y se reparte su fuego para encender las velas que todos los fieles llevan a la celebración, significando que Cristo, «Luz del Mundo«, ilumina la vida de los hombres con su Resurrección. Se coloca al frente, en el presbiterio, desde donde domina toda la asamblea. -
PROCESIÓN
Consiste en entrar al templo o lugar de la celebración, precedidos por el Sacerdote que lleva el Cirio Pascual en Alto, significa que somos el Nuevo Pueblo de Dios, nacido de la Pascua; peregrinos seguimos a Cristo Resucitado, nuestro Jefe y Luz del Mundo a través del desierto de esta vida hacia la Patria Celestial. -
LITURGIA DE LA PALABRA
El símbolo de la luz del cirio cede el lugar a la realidad de Cristo, luz del mundo, presente en su Palabra, proclamada en esta noche. En ninguna otra celebración hay tantos textos como en esta. Son nueve lecturas que presentan en síntesis la Historia de la Salvación. Las lecturas se hacen a manera de diálogo entre Dios y la comunidad, cada una está precedida de momentos de silencio, aclamaciones y cantos de salmos. Las siete primeras lecturas se hacen del Antiguo Testamento, para admirar la obra de la Creación (Génesis); recordar los prodigios que hizo Dios con Israel su Pueblo (Éxodo); leer a los profetas que anunciaron la Salvación que Dios realizaría para todos los hombres; las siguientes dos lecturas son, una de San Pablo que anuncia a la nueva Iglesia que Cristo resucitado de entre los muertos, ya no muere más y la más importante, el Evangelio, que narra la Resurrección del Señor. -
LITURGIA BAUTISMAL
Momento en que se bendice el agua bautismal, se celebra el Bautismo a quienes se hayan preparado para ingresar en la comunidad cristiana y se renuevan las promesas bautismales por parte de todos los presentes. -
LITURGIA EUCARÍSTICA
Como en todas las Celebraciones Eucarísticas (Misas), se prepara el altar con los dones del pan y el vino, para hacer presente la Pascua de Cristo, como Él nos lo enseñó. La celebración eucarística es el centro de toda la vigilia. La palabra eucaristía, significa «acción de gracias». En esta noche pascual, la Iglesia celebra su acción de gracias a Padre por habernos dado a su Hijo muerto y resucitado. En esta noche se comprende más que nunca el porqué los primeros cristianos llamaron Eucaristía a la Cena del Señor. Este es el momento en que nació la verdadera Eucaristía: ¡La Pascua!. Por esto, el Misterio de la Noche Pascual culmina en la Eucaristía, que ya no la ofrece Cristo solo, sino en compañía de su Iglesia.
EDITORIAL VIDA NUEVA | Un año más, se acerca la Pascua. Un año más, la Iglesia celebra el Misterio que le da sentido. Un año más, el cristiano renueva su vida entera a la luz de este recuerdo que, para el cristiano, se hace “memoria”. Pascua del Señor, paso liberador, puertas que se abren a la Vida. Hemos celebrado durante la Cuaresma un tiempo de conversión, de escucha de la Palabra, de vuelta a Dios. Y lo hemos hecho desde el símbolo del agua que nos ofrecía el texto de la samaritana, el símbolo de la luz que nos traía el ciego y el símbolo de la vida que nos acercaba la resurrección de Lázaro. Agua, Luz y Vida. Son los tres elementos importantes de la Noche Pascual. A esa noche nos hemos preparado para renovar juntos nuestra vida cristiana, renaciendo del agua y del Espíritu; buscando la Luz que disipa las tinieblas y rechazando el hombre viejo, amigo de la muerte, que, vencida, ha perdido su fuerza y aguijón y nos ha conducido a la Vida eterna.
Agua, Luz y Vida, tres elementos para vivir esta Pascua. Necesitamos renovar el compromiso bautismal desde la lozanía del agua que destruye y vivifica. Tomar conciencia de nuestro propio bautismo. En una geografía sociológicamente cristiana, perdemos, a veces, la conciencia de nuestro propio bautismo, lo que significa estar bautizados. Fuimos bautizados en la fe de la Iglesia. Es necesario que, ahora, asumamos la propia responsabilidad. Mirar a la fuente bautismal es purificarnos de adherencias que impiden nuestro compromiso cristiano. Esta Pascua es una buena ocasión para renacer, renovar y seguir asumiendo el compromiso del bautismo. Es fiesta bautismal esta de la Pascua porque, en ella, miramos al inicio de nuestra fe. Es urgente la toma de conciencia de nuestro ser cristianos. Ganaremos mucho si nos despojamos de un cristianismo sociológico y avanzamos por un cristianismo de seguimiento y compromiso.
Fiesta de la Luz. Hoy más que nunca, hace falta esa luz que caliente, que queme y que alumbre en nuestro camino. Es como la luz que abrió paso a los israelitas, la columna de fuego que en la Noche Pascual se abre paso removiendo las tinieblas ¡Y son tantas las tinieblas, las noches, los fríos y las escarchas que necesitan de la luz pascual en nuestras vidas! Porque hay cosas que no entendemos y la luz de Cristo, como sucedió a los discípulos de Emaús, se encargará de aclararnos. Fiesta de la Luz en medio de un mundo en tinieblas, azotado por problemas que nos quieren robar la esperanza. Necesitamos que esa Luz irradie nuestro interior, y el interior de la misma Iglesia, para que se creen lazos de fraternidad a su alrededor, para que elimine con su fuerza lo viejo que hay en nosotros y para que alumbre caminos nuevos, caminos de esperanza.
Y es la fiesta de la Vida, esa Vida que es Cristo y que nos saca de las tumbas, que hace correr las losas, que riega amor por todo el cuerpo impidiendo que la muerte nos haga daño. Cuando se ama, la primavera es eterna y la vida no termina con la muerte, accidente pasajero desde que Cristo la venció con la fuerza de su Resurrección. Fiesta de la Vida en la Eucaristía, en el compromiso solidario, en tantos y tantos detalles de esperanza que deben llenar nuestras vidas, que no pueden plegarse al dictado de la muerte, sino que han de volar alto, más alto.
Fiesta de Agua, Luz y Vida. Fiesta para seguir tras las huellas que nos ha dejado el Crucificado que Vive, y que desde el dolor, llegó al gozo de la Resurrección. Se trata de un camino para imitar con una actitud de obediencia, de abajamiento, de kenosis que nos haga conocer, sobrevolar sobre todo lo que suponga muerte y que lleve su marca.
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Agua, Luz y Vida, tres elementos para vivir esta Pascua. Necesitamos renovar el compromiso bautismal desde la lozanía del agua que destruye y vivifica. Tomar conciencia de nuestro propio bautismo. En una geografía sociológicamente cristiana, perdemos, a veces, la conciencia de nuestro propio bautismo, lo que significa estar bautizados. Fuimos bautizados en la fe de la Iglesia. Es necesario que, ahora, asumamos la propia responsabilidad. Mirar a la fuente bautismal es purificarnos de adherencias que impiden nuestro compromiso cristiano. Esta Pascua es una buena ocasión para renacer, renovar y seguir asumiendo el compromiso del bautismo. Es fiesta bautismal esta de la Pascua porque, en ella, miramos al inicio de nuestra fe. Es urgente la toma de conciencia de nuestro ser cristianos. Ganaremos mucho si nos despojamos de un cristianismo sociológico y avanzamos por un cristianismo de seguimiento y compromiso.
Fiesta de la Luz. Hoy más que nunca, hace falta esa luz que caliente, que queme y que alumbre en nuestro camino. Es como la luz que abrió paso a los israelitas, la columna de fuego que en la Noche Pascual se abre paso removiendo las tinieblas ¡Y son tantas las tinieblas, las noches, los fríos y las escarchas que necesitan de la luz pascual en nuestras vidas! Porque hay cosas que no entendemos y la luz de Cristo, como sucedió a los discípulos de Emaús, se encargará de aclararnos. Fiesta de la Luz en medio de un mundo en tinieblas, azotado por problemas que nos quieren robar la esperanza. Necesitamos que esa Luz irradie nuestro interior, y el interior de la misma Iglesia, para que se creen lazos de fraternidad a su alrededor, para que elimine con su fuerza lo viejo que hay en nosotros y para que alumbre caminos nuevos, caminos de esperanza.
Y es la fiesta de la Vida, esa Vida que es Cristo y que nos saca de las tumbas, que hace correr las losas, que riega amor por todo el cuerpo impidiendo que la muerte nos haga daño. Cuando se ama, la primavera es eterna y la vida no termina con la muerte, accidente pasajero desde que Cristo la venció con la fuerza de su Resurrección. Fiesta de la Vida en la Eucaristía, en el compromiso solidario, en tantos y tantos detalles de esperanza que deben llenar nuestras vidas, que no pueden plegarse al dictado de la muerte, sino que han de volar alto, más alto.
Fiesta de Agua, Luz y Vida. Fiesta para seguir tras las huellas que nos ha dejado el Crucificado que Vive, y que desde el dolor, llegó al gozo de la Resurrección. Se trata de un camino para imitar con una actitud de obediencia, de abajamiento, de kenosis que nos haga conocer, sobrevolar sobre todo lo que suponga muerte y que lleve su marca.
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