La mirada ilusionada de un niño la noche de Reyes no entiende de crisis, de prima de riesgo y de euríbor. A pesar de que las dificultades económicas han mermado el despliegue tradicional de la Cabalgata jerezana, miles de ciudadanos salieron ayer a las calles para olvidar por unas horas los sinsabores de la vida cotidiana y compartir la alegría infantil. Unas pequeñas mejillas encendidas por la emoción a pesar del frío propio del mes de enero bien lo merecen.
Aunque el inicio del desfile fue a las 17.30, Melchor, Gaspar, Baltasar y sus pajes llevaban ya algunas horas de trabajo a sus reales espaldas. Perfectamente ataviados desde por la mañana, a las cuatro de la tarde se celebró el concurrido acto de coronación en el recinto amurallado del Alcázar. De allí, el séquito se trasladó hasta Ifeca, donde esperaban las carrozas tras los últimos retoques. Mientras tanto, cientos de familias se apostaban ya en las inmediaciones de la portada de la Feria para recibir a los Reyes sin contratiempos de última hora.
La comitiva de Sus Majestades partió con puntualidad del parque González Hontoria, un emplazamiento muy lucido y celebrado por los jerezanos que ha hecho olvidar en unas cuantas ediciones la salida del taller de fiestas de la calle Muro. Como es habitual en los últimos años, muchísimas familias -sobre todo, las que llevan niños más pequeños- eligieron el espacio abierto de la avenida Álvaro Domecq y el último sol de la tarde para presenciar el paseo de los Reyes Magos por la ciudad con menos frío y mayores posibilidades de aparcamiento.
Hasta cerca de las ocho no llegó el desfile a la altura del Belén Monumental, en Santo Domingo, enclave donde terminaría la Cabalgata poco tiempo después con el discurso del Rey Gaspar. El recorrido por la calle Larga es uno de los más concurridos y la aglomeración recordaba a un Jueves Santo. La diferencia es que ayer se gritaba ‘!Aquí, aquíiiii! a los Reyes, pajes y acompañantes, además de la algarabía propia de una nutridísima representación de niños por cada metro cuadrado de acera.
En algunos momentos del recorrido -que continuó por la plaza Esteve, la calle Corredera, la plaza de las Angustias y las calles Santísima Trinidad, Medina y Honda-la comitiva fue un poco deslabazada. También se hicieron notar más que en anteriores ediciones los silencios entre unas bandas de música y otras, entre un pasacalles y otro, una sensación extraña al tratarse del desfile real del 5 de enero.
Como ya había anunciado el gobierno local, el número de carrozas se ha reducido este año de las 19 de 2011 a 15. Muchas de ellas contaban además con empresas e instituciones patrocinadoras como la Fundación Xerez Club Deportivo, Muebles Briole, El Corte Inglés o la Clínica Serman. Hubo quien incluso comentó entre el público que parecían más pequeñas que otros años.
Menos animales
Solo unos burros y los caballos de los tuaregs -encargados de abrir el desfile- han resistido los recortes de la Cabalgata en lo que a fauna se refiere. Atrás quedaron los camellos, el rebaño de ovejas con pastor incluido e incluso el elefante que bebió agua en la Rotonda de los Casinos ante la mirada atónita de los que tuvieron la suerte de presenciarlo. La espectacularidad de los animales ha sido este año sustituida por más pasacalles de animación infantil aunque el efecto no fue el mismo. Sí que resultó muy vistosa la oruga gigante, que iba justo detrás de la primera de las carrozas.
Los pasacalles estuvieron protagonizados por personajes infantiles como Bob Esponja y sus amigos, los vecinos de Barrio Sésamo, Dora la Exploradora y las Tortugas Ninja, entre otros. Las bandas de música que este año han acompañado a Sus Majestades de Oriente son La Sentencia, San Juan, María Magdalena, Acordes de Jerez y Los Hijos del Gnaua (procedente de Tánger).
La Cabalgata contó con la participación total de unas 1.000 personas entre figurantes, músicos y acompañantes.
Entre el público las anécdotas de la jornada fueron las habituales. Bolsas de plástico e incluso mochilas enteras repletas de caramelos al término del desfile, paraguas bocabajo con afán acaparador y muchos niños subidos en los sufridos hombros de sus padres para no perderse un detalle. También hubo algún que otro caramelazo desafortunado, que fue a parar a la nariz o las gafas en vez de a las manos. Aunque los caramelos no pierden comba de un año para otro, lo más demandado son los pequeños juguetes y peluches que caían desde las tres carrozas reales.
Junto a las de Sus Majestades, las carrozas del Xerez Club Deportivo y la del Gran Visir -empapelada con las cartas de los niños- fueron las más aclamadas por los jerezanos.