El pasado domingo iniciábamos el CAMINO de la Cuaresma con Jesús e impulsados por el Espíritu Santo nos adentrábamos en el desierto, lugar de encuentro con Dios y lugar también de tentación.
En este 2º Domingo de Cuaresma, seguimos en su camino a Jesús que sube a la montaña, también, esta vez, para:
- revelarnos el rostro de Dios,
- para mostrarnos el destino de todo hombre: la gloria,
- y para indicarnos que para llegar a la gloria es preciso pasar por la cruz y el sufrimiento.
Si el 1er. tramo de este camino hasta llegar al desierto nos hablaba de tentación, de prueba, de desprendimiento, de apego a las realidades temporales…, el 2º tramo de este camino nos habla de subida, de esfuerzo, de luz y de gloria.
Para andar este 2º tramo es necesario ir ligero de equipaje, llevar sólo lo esencial, ir con poco peso.
Al igual que todo deportista se impone una dura disciplina para alcanzar el premio, la Cuaresma, como camino que nos conduce a la Pascua, también nos exige una DISCIPLINA DEL ESPÍRITU, por medio de la ORACIÓN, el AYUNO y la LIMOSMA.
Disciplina que mira a una finalidad muy clara y que nos recuerdan tanto el Prefacio III como el IV de Cuaresma, que dicen:
El Pref. III dice: “porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas:
- a reconocer y agradecer tus dones,
- a dominar nuestro afán de suficiencia
- y a repartir nuestros bienes con los necesitados,
imitando así tu generosidad”.
Y el Pref. IV: “porque con el ayuno corporal:
- refrenas nuestras pasiones,
- elevas nuestro espíritu,
- nos das fuerza y recompensa, por Cristo, Señor nuestro”.
Hoy estamos dominados por la comodidad, por el confort, y hemos excluido de nuestra vida la disciplina, la ascesis ( como han enseñado nuestros hermanos los santos). ¿Y qué ocurre? Pues que abunda la:
+ falta de respeto de los hijos hacia sus padres;
+ la desobediencia a la autoridad (ej. en la escuela)
+ el desorden en el comer, en el vestir, en la vida de familia, y muchos padres están desanimados en la tarea educativa, porque dicen “no puedo con mi hijo”.
Y esta falta de disciplina, hermanos, de penitencia, la trasladamos a la vivencia de nuestra fe. ¿Qué ocurre hoy en la Iglesia? ¿Cómo vivimos el Cristianismo en el año 2023? Reconozcámoslo:
+ con una excesiva comodidad, sin un aprecio del sacrificio, por el que se valora el don que Dios Padre nos concede en su Iglesia:
Ej. Nos parece una heroicidad venir y participar en la Misa todos los Domingos.
Ej. Nos cansamos con relativa frecuencia si tenemos que acudir a unas reuniones de formación cristiana.
Ej. Nos parece que ir a una procesión de Semana Santa es verla salir y entrar, no peregrinar todo el recorrido.
Ej. No valoramos el alimento de la Sagrada Comunión, porque estamos comiendo hasta incluso dentro de la celebración de la Misa…, y nos parece que ayunar 1h antes de comulgar…, eso era antes, no ahora.
La disciplina es necesaria para crecer y madurar como personas, si no decidme:
Ej. Cuando un joven tiene que estudiar en un colegio interno y tiene que aprender a hacerse su cama, tener su ropa ordenada, volver por la noche a una hora prudente, para que el día después pueda rendir como es debido en el trabajo o en el estudio.
La disciplina cuaresmal es necesaria, hermanos, si queremos llegar a la Pascua “con el corazón purificado de nuestros pecados y desórdenes”.
La escena que vivieron los discípulos Pedro, Santiago y Juan junto a Jesús en aquella montaña alta y que en este II Domingo de Cuaresma nos es presentada es sobrecogedora: mientras Cristo estaba haciendo oración cambió el aspecto de su rostro, sus vestidos brillaban, el rostro quedó iluminado.
Habría como dos interrogantes que deberíamos hacernos:
1º.- ¿Qué quiso decirnos Jesús con este milagro?
2º.- ¿Por qué la Iglesia nos lo presenta en este momento de la Cuaresma, camino hacia la Pascua?
Sabemos que Jesús hizo muchos milagros: curó a los leprosos, dio la vista a los ciegos, curó a paralíticos, devolvió la vida a varios que ya habían muerto, hizo callar el oleaje del mar y al viento, multiplicó panes y peces…. Jesús hizo muchos milagros. Pero hasta cierto punto entendemos cuando le vemos darle la vista a un ciego o curar a un paralítico, porque entendemos que es una necesidad, pero este milagro de la Transfiguración es un milagro un poco raro, porque aquí Jesús no obra sobre el cuerpo de otras personas, no hay una necesidad inmediata que vemos, sino que aquí es su propio cuerpo el que cambia: tanto que desprendía una luz celestial, fue una manifestación de su gloria y su majestad divina.
¿Qué nos quiere decir Jesús con esta Transfiguración?
Sabemos que hay antecedentes de este momento sublime: cuando Moisés se subía a la montaña a orar, también se nos dice que su rostro resplandecía; y cuando iba camino por el desierto con la Tienda del encuentro, nos dice el texto bíblico que cuando Moisés entraba en la Tienda del encuentro y estaba orando, al salir los israelitas veían que el rostro de Moisés estaba iluminado.
Por tanto, hay una enseñanza que podemos sacar de aquí y es la siguiente: así como una persona cuando se pone al sol su piel se pone morena, así todo aquel que se pone ante el Sol de Dios cambia.
Jesucristo en esa montaña llamada el Tabor, ¿qué estaba haciendo? Estaba orando. La oración nos cambia, hermanos; la oración hace que nuestro ser reciba luz.
La Cuaresma es un tiempo para orar MÁS; no sólo es un tiempo para orar –que es algo propio de todo tiempo en la vida de un cristiano–, sino para orar más. Al igual que la Cuaresma es un tiempo para ayunar MÁS y un tiempo para dar MÁS limosnas.
Pero tiene más riqueza este pasaje de la Transfiguración, porque Jesús no sólo resplandecía mientras oraba, sino que además aparecieron dos personajes del A.T. que estaban hablando con Jesús: Moisés y Elías. Y luego se escucha una voz: “Este es mi Hijo amado en quien me complazco, escuchadle”
Por tanto, no sólo aparece la LUZ, sino que aparece además una VOZ, la del Padre que nos dice quién es este que ha quedado resplandeciente: es su Hijo amado, en quien el Padre se complace, y nos invita a escucharle.
En el Evangelio de la Transfiguración Jesús les muestra a sus discípulos que la Cruz es el camino de la Gloria.
Aprovechemos en este Tiempo de la Cuaresma el vivir con sentido cristiano las penitencias cuaresmales del Ayuno, la Oración y la Limosna, para que nuestros corazones se ablanden al amor de Dios y de nuestros hermanos, para que todo nuestro ser se transfigure y podamos afrontar el día a día –marcado por el esfuerzo, por el cansancio, por el sufrimiento, por la Cruz—sabiendo que el final es la gloria, la gloria con Cristo un día en el cielo.
Feliz camino cuaresmal y feliz domingo de la Transfiguración.