Los pobres ocupan un puesto considerable en la Biblia. La pobreza de la que se habla, no es solamente un condición social o económica, sino que puede se una disposición interior, una actitud del alma.
«bienaventurado los pobres de espíritu , porque de ellos es el Reino de los Cielos». La pobreza material puede ser consecuencia del desorden de administración, conducta desequilibrada, causas de las injusticias, abusos de poder, fraudes, etc.
Sin lugar a dudas influyen en la persona la «situación de abundancia», y la «situación de pobreza», ambos extremos pueden convertirse con facilidad en ocasión de pecado. por eso se suele pedir a Dios: no me des ni riqueza ni pobreza, sino solo lo necesario, «el pan nuestro de cada día».
En la virtud del espíritu de pobreza esta esa disposición a la «humildad», y el «santo temor de Dios», tan necesarias para pertenecer al pueblo de Dios.
Pobre es aquel con quien todos se sienten a gusto; como nos encontramos con María, la humilde sierva de Dios, pobre, sencilla. El mismo Jesucristo es también pobre como dice San Pablo: «Se rebajo de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos». Y no digamos como fue su nacimiento en Belén, su vida privada y pública, y por último su pasión hasta abrazar la Cruz.
«Los misioneros de la Iglesia no deben llevar consigo ni oro, ni plata, ni cobre. (Mt 10).
El pobre como Lázaro haya la eterna salvación, y el rico como Epulón la eterna condenación, tal como detalla exactamente esta conocida parábola.
Oremos por los ricos y por lo que cada uno tiene de «Epulón», aunque sea en ocasiones inconscientemente, imploremos la misericordia de Dios por medio de la Virgen humilde y pobre.