Francisco Gil Solano (Foto: Cándido Peña)
Una vez más llegábamos al 8 de diciembre. Una vez más, como se viene haciendo desde hace ya cuatro largos años, se montaba la Virgen en el paso por la mañana con su exorno floral y todos sus detalles, aunque eso si, el exorno este año fue más de yedra que de flores debido a la situación económica en la que nos encontramos. Pero da igual, eso no iba a impedir ni por un instante que la cita fuera impresionante como siempre.
La aguja del reloj de la torre rozaba las 18,00 horas, y en la plaza aguardaban los fieles y devotos que habían salido desde diferentes puntos de la ciudad con sus Hermandades para encontrarse allí y acompañarla.
Y por fin se abrieron las puertas y salió ella, La Madre Inmaculada, cargada por niños que muestran cada año su amor hacia Ella. Mientras se iba abriendo paso hasta la Parroquia, el Coro de Las Montañas cantaba y cantaba villancicos mientras la joven cuadrilla se recreaba al escucharlos. Por cierto, no está nada mal eso de andar al compás de un villancico.
Quizás eché en falta que las Hermandades formaran cortejo con sus estandartes dando así un poco más de formalidad, pero tampoco eso importaba. Hermandades, Grupos Pastorales y demás personas acompañaban a la Virgen alrededor del paso como pueblo enamorado de Ella.
Al llegar a la Parroquia la Virgen entró entre aplausos y se puso todo lo cerca que pudo del Altar, Altar dónde nuestros Sacerdotes celebrarían la Misa de Precepto por este día tan especial.
Para rematar el día todos nos encontramos en los Claustros de S. Francisco para seguir festejando este día de María concebida sin pecado original, que es una bendición de Dios.