Llegados al tercer y último día del Triduo en honor a Jesús, bajo la advocación del Cautivo, nuestro párroco ha querido cerrar estos actos de culto fiel a lo que nos propone la Palabra de Dios en este día de Cuaresma, concretamente en la 1ª Lectura, tomada del libro de Ester, y en el Evangelio, tomado del evangelista San Mateo. Ambos nos hablan de la Oración.
Y comenzaba diciendo que en este Tiempo de Cuaresma también estamos llamados a ser renovados en nuestra relación con Dios, mediante la conversión en la oración, para que sea una oración verdaderamente cristiana.
Y, partiendo de la oración de la reina Ester que nos propone la Primera Lectura, ha destacado algunas características que debe tener siempre la oración cristiana:
+ en primer lugar, la memoria, es decir, caer en la cuenta de lo que Dios ya ha hecho en nuestra vida. Recordaba con razón algo que solemos hacer cuando oramos y es que enseguida nos vamos a pedir, nos centramos directamente en nuestras necesidades, en el problema que ponemos ante Dios y nos olvidamos de actualizar lo que Dios ya ha hecho en nosotros, de las veces que nos ha defendido.
+ en segundo lugar, destacaba la gratitud, que no sólo nos hace reconocer lo que Dios ya ha hecho en nuestra vida, sino que nos dispone a recibir lo que el Señor nos quiere dar.
+ en tercer lugar, decía D. Rafael en la predicación que la oración cristiana ha de incluir la alabanza, que es la actitud más gratuita con la que el corazón humano se acerca a Dios: el reconocimiento de la grandeza de Dios, su bondad, su amor, su misericordia.
+ en cuarto lugar, la confianza. La reina Ester se dirigía a Dios de la siguiente manera: “Ahora, Señor, Dios mío, ayúdame, que estoy sola y no tengo a nadie fuera de ti”. Así también ha de ser siempre nuestra oración, con una total confianza en Dios Padre.
“Muchas veces –decía D. Rafael—las situaciones extremas por las que pasamos nos llevan a realizar actos profundos de fe”. Y así es la pedagogía que Dios usa con no pocas personas.
+ y la última característica que destacaba que debía tener siempre la oración era la perseverancia. No cansarnos ante las dificultades, sino siempre perseverar porque, como dice el Señor: “quien persevere hasta el final se salvará”. Y termina diciendo que todas estas características sobre la oración cristiana están presente en la Eucaristía y por eso la participación en la Santa Misa es la mejor escuela para aprender a orar.