Decimotercer domingo del Tiempo Ordinario
Evangelio según San Mateo 10,37-42.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa».
San Ireneo
Ireneo era oriundo de Asia Menor y en su juventud tuvo contacto con Policarpo de Esmirna, a través del cual se une a los Apóstoles. Dejó Asia Menor, pasó a Roma y siguió hasta Lyon (Francia). En el año 178 sucedió al obispo mártir San Fotino y gobernó la Iglesia de Lyon hasta su muerte, hacia el año 200. La Iglesia lo venera como mártir. Fue un auténtico testigo de la fe en un período de dura persecución y su campo de acción fue muy amplio debido a que no había otro obispo en las Galias ni en tierras limítrofes. Su lengua era el griego, pero aprendió las lenguas «bárbaras» para poder evangelizar a esos pueblos.