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Hoy celebramos la festividad de San Juan Grande Patrón de la Diócesis de Asidonia Jerez

Miércoles de la novena semana de Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 18-27
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntan:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, que se case con la viuda y dé descendencia a su hermano”.
Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella».
Jesús les respondió:
«¿No estáis equivocados, por no entender la Escritura ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten, ni los hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en matrimonio, serán como ángeles del cielo.
Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: “Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob”? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados».

San Juan Grande

San Juan Grande, religioso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, nació en Carmona, Sevilla, el 6 de marzo del año 1.546 y fue beatificado en 1.853.

De aprendiz de vendedor de telas, se pasó al comercio por su cuenta, pero dos años después lo dejó todo para llevar vida de retiro y penitencia, poniéndose por nombre «Juan Pecador». Así permaneció varios años en experiencia de Dios.

Estimulado por una voz interior insistente, fue a Jerez de la Frontera, donde descubrió que el Señor le llamaba a servirlo en los pobres y enfermos. A falta de medios, pedía limosna por la calle, y después la repartía.

En 1.565 recogió los primeros enfermos abandonados. Con el tiempo creció tanto su labor y fama, que se hizo popular su Hospital de Nuestra Señora de la Candelaria, en donde se le juntaron compañeros y seguidores.

Durante la peste de 1.574 organizó una gran campaña para combatirla con muy positivos resultados.

Enterado de la Aprobación Pontificia de la Obra fundada por Juan de Dios en Granada, en 1.576 se incorporó a la misma, recibiendo el Hábito y la Profesión; con él también se unieron a ella sus compañeros.

Encargado por el Arzobispo de Sevilla, Rodrigo de Castro, llevó a cabo la reducción de los pequeños hospitales, lo que le ocasionó grandes contrariedades y sufrimientos, pero demostró su temple de espíritu y gran capacidad.

Murió en 1.600 atacado por la peste, habiéndose ofrecido como víctima a Dios. Con su muerte cesó la peste, y fue enterrado con urgencia en el patio del mismo Hospital.

Patrón de la Diócesis de Jerez, sus restos se conservan en el Santuario de su nombre en el Sanatorio de Santa Rosalía y Beato Juan Grande, hoy Hospital San Juan Grande, de los Hermanos de San Juan de Dios de la misma ciudad.

Su fiesta se celebra el 3 de junio.

SANTIDAD Y APOSTOLADO

Fue Juan Grande una persona de profunda vida interior, humildad, penitencia y oración hasta el éxtasis, en medio de su extraordinaria actividad y entrega hospitalaria,

Sobresale por su amor a la Eucaristía, y Dios se manifestó en su Siervo, no pocas veces, a través de los dones sobrenaturales de la profecía, la ciencia infusa, el discernimiento de espíritus y hasta de milagros, como la multiplicación de los panes.

De especial sensibilidad ante el sufrimiento de los demás, fruto de su contemplar a Cristo en la Pasión, se movió a compasión ante tantos enfermos, abandonados e incurables, que encontraba muriéndose por la calle.

Eso mismo le daba la confianza y la fuerza motriz que le guiaba para abrir sus Centros, a pesar de sus contradictores, y llevar a cabo la reducción de los Hospitales de Jerez y de otros lugares.

También el mismo espíritu le sostenía en medio de su gran actividad caritativa, y le impulsaba para poder efectuar otras tantas obras de misericordia, como la de ayudar a otros indigentes, enseñar el catecismo, buscar la conversión de mujeres descarriadas colocándolas en familias cristianas y matrimonios honestos, confortar a prófugos y gente sin hogar, etc.

En ocasión de las grandes epidemias de peste, multiplicaba sus iniciativas de asistencia y caridad, igual que su oración y penitencia; el Señor aceptó su ofrecimiento, y murió al fin por la causa como mártir de la caridad.

Fruto de su espiritualidad apostólico-hospitalaria son sus seguidores, con los cuales llegó a fundar otros Hospitales en Medina Sidonia, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Villamartín,… extendiendo así su radio de acción existencial y benéfica.

 

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