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La Iglesia venera hoy a San Teodoro

Miércoles de la segunda semana de Pascua

Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 16-21
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

San Teodoro (613)

Nació de forma milagrosa bajo la protección de san Jorge en Sikion (Galazia-Turquía). Se crió en un prostíbulo que regentaban su madre y su tía. Tuvo una cocinera que le instruyó en las verdades evangélicas y así cuando fue adulto, se retiró a una cueva dedicada a san Jorge, y vivió la vida eremítica consagrada a la penitencia más profunda. Su fama de santidad atraía visitantes, que además le atribuyeron el particular don de exorcismo; por lo que para evitar que su fama se difundiese más, prefirió retirarse a las montañas, intentando vivir en una gruta escondida, conocida sólo por otra persona, a quien tocó más tarde sacarlo de allí en mala salud, sucio e infectado. Con sólo dieciocho años recibió la ordenación presbiteral, después de lo cual fiel a su vida penitencial peregrinó en Tierra Santa, donde visitó cenobios y recibió el hábito monástico.

A su regreso emprendió un nuevo estilo de vida extremadamente austero, similar al de los «estilitas», y comenzó a vivir en cestas colgantes. Se le atribuyó a su intercesión toda suerte de milagros, hecho que le proporcionó nuevamente visitantes y discípulos, por lo cual se vio obligado a organizar un monasterio, un hospedaje y una iglesia.

A pesar de sus súplicas, fue elegido por el pueblo obispo de Anastasiópolis. Ocupó este cargo durante diez años, hasta que lo liberó el patriarca de Constantinopla y el emperador. Su episcopado se caracterizó principalmente por milagros y prodigios. No quedan noticias de su actos episcopales, si no sólo vestigios de controversias con algunas aldeas del término diocesano, que estaban confiadas a señores laicos que maltrataban y oprimían a la población, y Teodoro intentó corregir.

Consiguió al fin la dimisión para poder dedicarse en alma y cuerpo a la oración y al cuidado de sus monjes, que durante su ausencia habían adquirido costumbres muy relajadas. Se afincó en Heliópolis, pero fue llamado a Constantinopla para recibir honores del emperador, cuyo hijo había curado. Pasó el resto de sus días en el monasterio, haciendo milagros y recibiendo a los visitantes. Nació al cielo en el año 613. A lo largo de su vida fue un gran devoto de san Jorge y contribuyó a la difusión de su culto.

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