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La Iglesia celebra hoy la festividad de Santa Cecilia

Viernes de la trigesimotercera semana de Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48
En aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
«Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho una “cueva de bandidos”».
Todos los días enseñaba en el templo.
Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.

 Santa Cecilia 

cecilia22-11Virgen y mártir, patrona de la música de la iglesia, murió en Roma. Esta  santa, tan a menudo glorificada en las bellas artes y en la poesía, es  una de las mártires más veneradas de la antigüedad cristiana.    La referencia histórica más antigua de Santa Cecilia se encuentra el  «Martyrologium Hieronymianum»; de éste evidenciamos que su fiesta era  famosa en la Iglesia romana en el siglo cuarto. Su nombre aparece en  fechas diferentes en el martirologio antedicho; se menciona el 11 de  agosto, la fiesta del mártir Tiburcio, es evidentemente una edición  equivocada y tardía, debido al hecho que este Tiburcio, que fue  enterrado en la Via Labicana, fue identificado erróneamente con  Tiburcio, el cuñado de Sta., Cecilia, mencionado en las Actas de su  martirio.    Había quizás también otra mártir romana bajo el nombre de Cecilia,  enterrada en la Via Labicana. En la fecha del 16 de septiembre, Cecilia  es mencionada exclusivamente, con la nota topográfica: «Appiâ viâ in  eâdem urbe Româ natale et passio sanctæ Ceciliæ virginia» (el texto está  corregido). Éste es evidentemente el día del entierro de la santa  mártir en las catacumbas de Calixto.     La fiesta de la santa que se menciona el 22 de noviembre, en cuyo día es  todavía celebrada, fue preservada en el templo dedicada a ella del  barrio del Trastévere en Roma,. Por consiguiente, su origen  probablemente se remonta a esta iglesia. Las primeras guías medievales  (Itineraria) de los sepulcros de los mártires romanos, señalan su tumba  en la Via Appia, al lado de la cripta de los obispos romanos del siglo  tercero (De Rossi, Sotterranea de Roma, I, 180-181).    De Rossi localizó el sepulcro de Cecilia en las catacumbas de Calixto,  en una cripta adjunta a la capilla de la cripta de las papas; un nicho  vacío en una de las paredes que una vez contuvo, probablemente, el  sarcófago con los restos de la santa. Entre los frescos posteriores que  adornan la pared del sepulcro, aparece dos veces la figura de una mujer  ricamente vestida, y el Papa Urbano, quién tuvo una relación estrecha  con la santa, según las Actas de su martirio, aparece pintado una vez.    El antiguo templo titular en Roma arriba mencionado, se construyó en el  siglo cuarto y todavía se conserva en el Trastévere. Este templo estaba  ciertamente dedicado en el siglo quinto a la santa enterrada en la Vía  Appia; es mencionado en las firmas del Concilio romano de 499 como  «titulus sanctæ Cæciliæ » (Mansi, Coll, Conc. VIII, 236). Como algunos  otros antiguo templos cristianos de Roma, que son un regalo de los  santos cuyos nombres llevan, puede deducirse que la Iglesia romana debe  este templo a la generosidad de la santa mártir misma; en apoyo de este  punto de vista es de notar que la propiedad bajo la cual está construida  la parte más antigua de la verdadera catacumba de Calixto,  probablemente perteneció, según las investigaciones de De Rossi, a la  familia de Santa Cecilia (Gens Cæcilia) y pasó a ser, por donación,  propiedad de la Iglesia romana.    Aunque su nombre no es mencionado en las más antiguas (siglo cuarto)  listas de festividades (Depositio martyrum), el hecho de que en el  «Sacramentarium Leoniam», una colección de misas completada hacia el  final del siglo quinto, se encuentren al menos cinco misas diferentes en  honor de Santa Cecilia, testifica la gran veneración que en ese momento  tenía a la santa la Iglesia romana [«Sacram. Leon.», ed. Muratori, in  «Opera» (Arezzo, 1771), XIII, I, 737, sqq. ].   Hacia la mitad del siglo quinto aparecen las Actas originales del  martirio de Santa Cecilia, que habían sido transmitidas en numerosos  manuscritos; estas actas también se tradujeron al griego. Fueron  utilizadas en los prefacios de las misas del mencionado «Sacramentarium  Leonianum». Ellas nos informan que, Cecilia, una virgen de una familia  senatorial y cristiana desde su infancia, fue dada matrimonio por sus  padres a un noble joven pagano, Valeriano. Cuando, tras la celebración  del matrimonio, la pareja se había retirado a la cámara nupcial, Cecilia  dijo a Valeriano que ella se había desposado con un ángel que  celosamente guardaba su cuerpo; por consiguiente, Valeriano debía tener  el cuidado de no violar su virginidad.    Valeriano pidió ver al ángel, después de lo cual Cecilia lo envió junto  a la tercera piedra miliaria de la Vía Appia dónde debía encontrarse  con el obispo (Papa) Urbano. (n.d.t. El diálogo, según la tradición,  transcurrió así:   Cecilia: «Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel  del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel  se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio si me respetas,  el ángel te amará como me ama a mí.»   Valeriano replicó: «Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré  lo que me pides.»   Cecilia le dijo: «Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el  agua del bautismo verás al ángel.»)   Valeriano obedeció, fue bautizado por el Papa y regresó como cristiano  ante Cecilia. Entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó con  rosas y azucenas. Cuando Tiburcio, el hermano de Valeriano, se acercó a  ellos, también fue ganado para la Cristiandad. Como niños celosos de la  Fe ambos hermanos distribuyeron ricas limosnas y enterraron los cuerpos  de los confesores que habían muerto por Cristo.    El prefecto, Turcio Almaquio, los condenó a muerte; el funcionario del  prefecto, Máximo, fue designado para ejecutar la sentencia, se convirtió  y sufrió el martirio con los dos hermanos. Sus restos fueron enterrados  en una tumba por Cecilia. Ahora la propia Cecilia fue buscada por los  funcionarios del prefecto. Antes de que fuera apresada, dispuso que su  casa debiera conservarse como un lugar de culto para la Iglesia romana.  Después de una gloriosa profesión de fe, fue condenada a morir asfixiada  en el baño de su propia casa. Pero, cuando permaneció ilesa en el  ardiente cuarto, el prefecto decidió su decapitación en ese lugar. El  ejecutor dejó caer su espada tres veces sin separar la cabeza del tronco  y huyó, dejando a la virgen bañada en su propia sangre. Vivió tres  días, hizo disposiciones en favor de los pobres y dispuso que después de  que su muerte su casa debía dedicarse como templo. Urbano la enterró  entre los obispos y los confesores, es decir, en la catacumba de  Calixto.    El relato así no tiene valor histórico; es un romance pío, como tantos  otros recopilados en los siglos quinto y sexto. La existencia de los  mencionados mártires, sin embargo, es un hecho histórico. La relación  entre Santa Cecilia y Valeriano, Tiburcio y Máximo, mencionados en las  Actas, tienen quizá algún fundamento histórico.   Estos tres santos fueron enterrados en las catacumbas de Pretextato en  la Vía Appia, dónde sus tumbas se mencionan en el antiguo Itineraria  peregrino. En el «Martyrologium Hieronymianum» su fiesta está fijada el  14 de abril con el comentario: «Romae vía Appia in cimiterio  Prætextati»; y la octava el 21 de abril, con el comentario: «Roma in  cimiterio Calesti vía Appia». En opinión de Duchesne la octava era  celebrada en la catacumba de Calixto, porque Santa Cecilia fue enterrada  allí. Por consiguiente, si esta segunda anotación en el martirologio es  más antigua que las Actas mencionadas y el último no cita esta segunda  fiesta, se deduce que, antes de que las Actas fueran escritas, este  grupo de santos fueron relacionados en Roma con Santa Cecilia. El tiempo  en que Cecilia sufrió el martirio no es conocido.    De la mención de Urbano nada puede concluirse acerca del tiempo de la  composición de las Actas; el autor, sin autoridad alguna, simplemente  introdujo el nombre de este confesor (enterrado en la catacumba de  Pretextato) a causa de la proximidad de su tumba a la de los otros  mártires y lo identificó con la del Papa del mismo nombre. El autor del  «Liber Pontificalis» usó las Actas para referenciar a Urbano. Las Actas  no ofrecen ninguna otra indicación del tiempo del martirio. Venancio  Fortunato (Miscellanea, 1, 20; 8,6) y Ado (Martirologio, 22 noviembre)  sitúan el momento de la muerte de la santa en el reinado de Marco  Aurelio y Cómodo (aproximadamente el 177), y De Rossi intenta demostrar  este dato como el más seguro históricamente.   En otras fuentes occidentales de la baja Edad Media y en el «Synaxaria»  griego, este martirio se sitúa en la persecución de Diocleciano. P.A.  Kirsch intentó fijarlo en el tiempo de Alejandro Severo (229-230); Aubé,  en la persecución de Decio (249-250); Kellner, en el de Juliano el  Apóstata (362). Ninguna de estas opiniones está suficientemente  establecida, ni las Actas ni otras fuentes ofrecen la evidencia  cronológica requerida. La única indicación temporal segura es la  localización de la tumba en la catacumba de Calixto, en inmediata  proximidad a la antiquísima cripta de los papas, en la fueron  enterrados, probablemente, Urbano y, ciertamente, Ponciano y Antero. La  parte más antigua de esta catacumba fecha todos estos eventos al final  del siglo segundo; por consiguiente, desde ese momento hasta la mitad  del siglo tercero es el período dejado abierto para el martirio de Santa  Cecilia.    Su iglesia en el barrio del Trastévere de Roma fue reconstruida por  Pascual I (817-824) con cuya ocasión el Papa deseó transferir sus  reliquias allí; al principio, sin embargo, no pudo encontrarlas y creyó  que habían sido robadas por los lombardos. En una visión vio a Santa  Cecilia que lo exhortaba a continuar su búsqueda porque había estado ya  junto a ella, es decir, cerca de su tumba. Él, por consiguiente, renovó  su propósito; y pronto el cuerpo de la mártir, cubierto con costosos  ropajes de brocados de oro y con las ropas empapadas en su sangre a sus  pies, fue definitivamente encontrado en la catacumba de Pretextato.    Debieron ser llevados allí desde la catacumba de Calixto para salvarlos  de los primeros saqueos de los lombardos a la vecindad de Roma. Las  reliquias de Santa Cecilia, con las de Valeriano Tiburcio y Máximo,  también las de los Papas Urbano y Lucio, fueron trasladadas por el Papa  Pascual, y enterradas de nuevo bajo el altar mayor de Santa Cecilia en  el Trastévere. Los monjes de un convento, fundado en el barrio por el  mismo Papa, fueron encargados del deber de cantar el Oficio diario en  esta basílica. Desde este momento la veneración por la santa mártir  continuó extendiéndose y se le dedicaron numerosas iglesias. Durante la  restauración del templo, por el año 1599, el cardenal Sfondrato examinó  el altar mayor y encontró debajo el sarcófago con las reliquias de los  santos que el Papa Pascual había transportado allí. En las recientes  excavaciones bajo la iglesia, ejecutadas a instancias del cardenal  Rampolla, y costeadas por él, se descubrieron restos de edificios  romanos, que han permanecido accesibles. Se construyó una capilla  subterránea ricamente adornada bajo el pasillo central y, en ella, una  ventana enrejada que se abre sobre el altar, que permite una vista de  los receptáculos en los que reposan los huesos de los santos. En una  capilla lateral de la iglesia se muestran, desde hace mucho tiempo, los  restos del baño en que, según las Actas, Cecilia fue llevada a la  muerte.    Las representaciones más antiguas de Santa Cecilia la muestra en la  actitud usual de los mártires en el arte cristiano de los primeros  siglos: o con la corona del martirio en su mano (por ejemplo en San  Apolinar nuevo en Rávena, en un mosaico del siglo sexto) o en actitud de  oración, como una Orante (por ejemplo las dos imágenes, de los siglos  sexto y séptimo de su cripta). En el ábside de su iglesia en el  Trastévere todavía se conserva el mosaico hecho bajo el Papa Pascual, en  el qué ella es representada con ricos vestidos como protectora del  Papa.    Los cuadros medievales de la santa son muy frecuentes; desde los siglos  catorce y quince se le asigna un órgano como atributo, o se le  representa como tocando el órgano, evidentemente para expresar lo que se  le atribuyó a menudo en los panegíricos y poemas basado en las Actas;  por ejemplo, que mientras los músicos tocaban en sus nupcias ella cantó  en su corazón solo a Dios («cantantibus organis illa in corde suo soi  domino decantabat»); posiblemente el cantantibus organis fue  interpretado erróneamente como si la propia Cecilia fuera la organista.    De este modo se relacionó estrechamente a la santa con la música. Cuando  se fundó en Roma la Academia de la Música (1584) fue nombrada patrona  del instituto, después de lo cual su veneración como patrona de la  música de la iglesia se generalizó universalmente; hoy las sociedades de  cecilianos (asociaciones musicales) existen por todas partes. El órgano  es ahora su atributo ordinario; con él Cecilia fue representada por  Rafael en un famoso cuadro conservado en Bolonia. En otra magnífica obra  maestra, la estatua de mármol jaspeado bajo el altar mayor de la  antedicha iglesia de Santa Cecilia en Roma, Carlo Maderna la representó  postrada, justo como ella había recibido el soplo de la muerte, de manos  de su ejecutor. Su fiesta es celebrada por la Iglesia latina y griega  el 22 noviembre. En el «Martyrologium Hieronymainum» se conmemoran otras  mártires de este nombre, pero de ninguna de ellas hay alguna referencia  histórica exacta. Una sufrió el martirio en Cartago con Dativus en 304.     MOMBRITIUS, Sanctuarium, I, 186 sqq.; BOSIO, Atti di S. Cecilia (Roma,  1600); SURIUS, De vitis Sanctorum (Venecia, 1581), VI, 161 sqq.;  LADERCHI, S. Caciliae virg. et mart. acta ac transtiberina basilica  (Roma, 1722); BOLLANDISTS ed., Bibliotheca hagiographica latina  (Bruselas, 1898-99), I, 224; SIMEON METAPHRASTES, in P.G., CXVI;  BARONIUS, Annales, ad an. 821, 15 xv (the spurious document of Pope  Paschal I); BOLLANDISTS ed., Synaxarium Constatinopolitanum (Bruselas,  1902), 243; Liber Pontificalis, ed. DUCHESNE, I, xciii sq., 143, and II,  55-57, 65; TILLEMONT, Hist. eccles., III, 259 sqq.; De Rossi, Roma  Sotterranea, II, xxxii sq.; GUERANGER, Histoire de Ste Cecile (Paris  1849; 2nd ed., 1852); IDEM, Ste Cecile et la societe romaine (Paris,  1878); MORSE, BIRKS, and HOLE, in Dict. of Christian Biog., s.v.; AUBE,  Les chrétiens dans l’empire romain (2nd ed., Paris, 1881), 352 sqq.;  ALLARD, Histoire des persecutions, I, 427 sqq.; ERBES, Die heilige  Cacilia im Zusammenhang mit der Papstcrypta sowie der altesten Kirche  Roms, in Zeitschrift fur Kirchengeschichte, IX, 1888, 1 sqq.; P.A.  KIRSCH, Die heilge Cacilia, Jungfrau und Martyrin (Ratisbona, 1901);  IDEM, Das Todesjahr der heiligen Cacilia, in Stromation Archaiologikon  (Roma, 1900), 42-77; KELLNER, Das wahre Zeitalter der heil. Cacilia, in  Theologische Quartalschrift (Tubinga, 1902), 237 sqq.; (1903), 321 sqq.;  (1905), 258 sqq.; DUFOURCQ, Les Gesta martyrum romains (Paris, 1900),  116 sqq., 293 sqq.; MARUCCHI, Basiliques et eglises de Roma (Roma,  1902), 438 sqq.; BIANCHI-CAGLIESI, S. Cecilia e sua basilica (Roma,  1902); DETZEL, Christl. Ikonographie (Friburgo im Br., 1896), 220 sqq.;  ROHAULT DE FLEURY, Les saints de la Messe, I, pl, 16-17; P. SIXTUS,  Elucubrationes historico-liturgicae de recenti quadem sententia circa  aetatem S. Caeciliae martyris, in Ephemerides liturgicae (Roma,  Sept.-Oct. 1907). Ver también la cita en BUTLER, Vida de los Santos, 22  de Noviembre.

 

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