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«¿Habrá este año Navidad?» por Rvdo. Padre D. Francisco J. Varela Figueroa

Opinión de Rvdo. Padre D. Francisco J. Varela Figueroa.

No es algo extraño leer en estos tiempos algunos artículos hablando de la pérdida de sentido de la Navidad, del hecho de que una fiesta, tan importante a nivel religioso, haya sido convertida en la mayor época consumista del año: la fiesta de muchos grandes almacenes que hacen su agosto en pleno mes de diciembre.

¿Pero nos hemos parado a pensar cuál es nuestra responsabilidad en todo este asunto?

Es algo totalmente normal que aquellos que no creen en Jesucristo tomen estas fechas como un motivo de alegría porque pueden reunirse con la familia, se hacen regalos, no tienen que ir a trabajar, etc. Pero, algo que no es tan normal es que los propios cristianos nos preocupemos más por esos asuntos que por el nacimiento de nuestro Redentor. O, ¿acaso nos hemos olvidado de que quien nace es todo un Dios? ¿Qué un año más Cristo viene a nacer para darnos la salvación?

 Hay una obra de teatro muy interesante titulada: La Navidad que Jesús no quiso nacer. Una obra que te ayuda a ver lo que podría ser una Navidad sin lo único que debe preocuparnos: Jesús. Nos quedaríamos con una fecha como otra cualquiera donde colocar un árbol lleno de bolas, una cena con la familia como cualquier otro día y una serie de personajes estrafalarios que se dirigen a una cueva vacía. ¿No os parece algo absurdo? Dice Alphonse de Lamartine: “¡Un solo ser os falta y todo queda despoblado!”. Una frase que debería clavarse en el pensamiento de aquel que quiera ser verdadero discípulo de ese que va a nacer este año, otra vez. Pero esa falta sólo podrá sentirla quien haya hecho de ese ser el centro de su vida, el sentido máximo de su existencia, que sin Él a su lado todo sería oscuridad y sinsentido. Si alguien que se siente Hijo de Dios perdiera a quien es el centro de su vida, sentiría un vacío interior que le haría perder el rumbo, parafraseando a Alfonso López Quintás: “al faltarnos dicha persona, el universo entero parece quedar despoblado”.

Y yo me pregunto, ¿sentiríamos los cristianos ese vacío si Jesús nos anunciara que este año no quiere nacer?

Si echamos un vistazo a nuestro alrededor, y me refiero a los que nos llamamos cristianos, sin mirar a los que, con coherencia, dicen no creer; me atrevo a afirmar que las diferencias con los no creyentes son mínimas. Se ha perdido el sentido trascendental del nacimiento de Cristo, de la encarnación de nuestro Dios, hemos rutinizado el hecho de mayor relevancia histórica jamás acaecido.

Es muy triste ver cristianos que viven como si Dios no existiera, y muchos son personas con una aparente vida de piedad importante, pero en su interior siguen sin saberse apóstoles, siguen rechazando la Buena Noticia que los ángeles anunciaron a los pastores, por miedo a perderse o quizás porque lo sigan considerando un cuento para niños que les ayuda a ser más buenos para que les traigan sus merecidos regalos.

Es vergonzoso ver cristianos que tienen la misma misión que una bola del árbol de navidad; aparentar como la brillantina que cubre dichas bolas y colgar durante un tiempo en algún lugar visible para que los demás los admiren, sin haberse enterado de lo que Cristo les dice cada día y para lo único que los ha llamado: para ser auténticos, verdaderos siervos que viven la caridad como única bandera, el amor incondicional a todos los hermanos por igual, incluso negándose a ellos mismos. ¿O Jesús predicó algo diferente al amor? Ya desde el pesebre era todo amor.

 Cristo va a nacer un año más en nuestros corazones y es necesario que estén preparados para acogerlo, no vivamos de la falsedad, esa falsedad que tanto nos gusta criticar en nuestras reuniones. No hay nada más contrario a la Navidad que la hipocresía y la falta de amor. Es imposible poder arrodillarte a adorar a tu Dios si tu corazón no está libre de odio, de falsedad, de esa podredumbre que ya una vez tuvo que sentir Jesús en su piel al nacer en un establo.

 Me despido deseando una muy feliz Navidad, pero no una cualquiera, sino una donde te sientas limpio, libre de odio contra tus hermanos, donde estés dispuesto a arrodillarte ante Jesús para darte por completo, para lo que su voluntad te presente, si no, hazte un favor: cuando te arrodilles ante Él, si te sabes sucio, pídele que te sane y ofrecerle tu debilidad, pero sin olvidar que tú eres el primero que tienes que querer cambiar tu vida.

 Os deseo que Cristo pueda nacer en vuestros limpios corazones para ser cristianos auténticos. Siempre hay tiempo para hacer una limpieza general, la ocasión lo requiere, va a nacer Dios un año más … ¿o no?

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